El móvil en la adolescencia
No hace tanto tiempo que el móvil ha invadido nuestras vidas y parece que siempre nos ha acompañado. Recuerdo aquella infancia sin móviles ni internet, donde mis padres usaban el teléfono fijo para contactar con sus amigos y familiares y la guía de teléfonos era un libro esencial en casa.
Los cambios en nuestra sociedad son inevitables. Han pasado los años y la transformación más vertiginosa y espectacular de la Edad Contemporánea ha tenido lugar en el ámbito de la Tecnología y el Conocimiento. Multitud de dispositivos tecnológicos surgen gracias al enriquecimiento económico de las sociedades avanzadas. Entre ellos destacan los teléfonos móviles por su gran utilización y acogida, ya que se han convertido en algo esencial que nos acompaña día a día. Ya no son meros teléfonos, se han convertido en nuestra cámara de fotos y de vídeo habituales, nuestro casillero de correo electrónico, nuestra radio, nuestra cadena de música, nuestra ventana de información, nuestro GPS y, por supuesto, nuestro contacto con familiares, amigos, conocidos y no conocidos mediante el uso de redes sociales a través del móvil (whatsapp, facebook, instagram, snapchat…). Internet y las redes sociales ha revolucionado nuestras vidas y han modificado nuestra forma de relacionarnos.
Todos estos avances nos pillan por sorpresa. Primero a una generación de padres en su adolescencia; pero, sobre todo, a los adolescentes que ya han nacido en una sociedad digital con móvil y redes sociales y que ya no pueden comparar o aprender otras formas de relacionarse con sus amigos. Sin embargo, ahí debemos estar nosotros, padres y profesores, para educar en mitad de este conglomerado tecnológico-social. Son muchas las ocasiones en las que nos preocupamos de que nuestro hijo use tanto el móvil y ya no dedique tanto tiempo a la lectura como antes, se distraiga en el estudio, se vuelva dependiente de él, tenga cambios de humor que no entendemos o sea motivo de discusión en casa…
Este dispositivo tiene muchos puntos fuertes; no obstante, a la vez presenta inconvenientes que hay que saber manejar. El uso en exceso del “móvil para todo” en un adolescente crea la necesidad de estar en continua comunicación con sus amigos, de ser siempre partícipe de los distintos grupos de whatsapp, y crea una dependencia que afecta a todos. Y somos los padres los que debemos educar con nuestro ejemplo. Si no queremos que nuestro hijo abuse de su móvil, ¿por qué somos los primeros en llevarlo junto a nosotros a la mesa mientras comemos? Si vemos una película en familia, no estropeemos el momento chateando nosotros mismos, porque eso es lo que ven y aprenden nuestros hijos. Nos ven cuando lo usamos mientras conducimos, en mitad de una conversación cuando cenamos fuera de casa…
Debemos ser conscientes de que todo lo que mostremos a nuestros hijos, desde pequeños, es lo que ellos van a tender a imitar. Por ello, como padres de familias, demos ejemplo de un uso controlado del móvil y no de un elemento constante en nuestro día a día. Desde mi punto de vista, en los adolescentes es conveniente retrasar el móvil personal y, luego, establecer unos horarios, ya que no siempre es necesario a estas edades. Si todos tuviesen horarios, ya no existiría el “es que mis amigos…” o esa necesidad de conexión constante. También, junto al colegio, debemos educar a nuestros adolescentes en el buen uso de las tecnologías, haciéndoles conscientes de los riesgos existentes y de los comportamientos correctos ante ellos.
Como padres y educadores, propiciemos el buen uso de las tecnologías sin olvidar que nuestro fin es educar a los niños para que ellos solos, con su propia libertad y autonomía, sepan controlarse, en tiempo y acciones, en cuanto al uso de móviles y redes sociales. Nuestro reto es hacerlos reflexivos y críticos: esa es la verdadera educación.
Mariola Ruiz Lozano